|
Un niño estaba con su abuelo,
mirando el mar desde una roca.
De pronto, el niño dijo:
—Abuelo, no me gusta esta roca…
¿Qué pasa si un barco pirata
aparece por el horizonte?
¡TENGO MIEDO!
El abuelo, lejos de burlarse de esta ocurrencia o negar tal probabilidad, le ofrece una solución rápida para resolver la situación: ¡No pasa nada! Si aparece un barco pirata, nos escondemos detrás de esta roca y no nos verán.
A pesar de la respuesta tranquilizadora, a partir de este momento, se sucede una concatenación de nuevas posibilidades de peligro por parte del pequeño (un cangrejo gigante, un tiburón, una ola grande…), que el abuelo resolverá con inventiva y humor, sin perder un ápice de paciencia.
“Me gusta que el abuelo entre en el mundo del niño y trate sus miedos en serio. Da una repuesta creativa y en armonía con la imaginación de su nieto”, valora Tim Bowley, quien repite con OQO, tras su debut con Jack y la Muerte.
El miedo es un mecanismo de autoprotección muy útil en el crecimiento psico-emocional de un niño, ya que activa reacciones imprescindibles para saber enfrentarse a peligros y a situaciones de amenaza en el entorno.
La superación de los miedos durante la infancia permite crecer, madurar y adquirir autonomía. Por ello, más que negar o ignorar su existencia, los adultos debemos ayudar a combatirlos, sin caer en la sobreprotección, un error en el que no incurre este abuelo. Por el contrario, manteniendo siempre la calma, incita a tomar medidas imaginativas y resolutivas para superar complicaciones.
Algunos adultos censuran el miedo infundado de los pequeños. Con esto, lo único que se consigue es dañar su autoestima, ya que interiorizarán que lo correcto y lo pretendidamente “normal” es no sentir temor. De esta forma, se quiebra su confianza, se incrementan sus inseguridades y, consecuentemente, estos miedos irán a peor.
Es fundamental no banalizar sobre lo que el niño está preguntando (—Y, cuando estemos nadando, ¿qué pasa si un cangrejo gigante nos quiere comer?), sino intentar comprenderlo (Si un cangrejo gigante nos quiere comer, hacemos que somos tiburones y el cangrejo se asustará).
Necesita, sobre todo, sentirse tranquilo y tener cerca referencias importantes de comportamiento: en este caso, las del abuelo.
Entonces, el niño abrazó a su abuelo
y suspiró tranquilo:
—Abuelo, me gusta esta roca.
¡YA NO TENGO MIEDO!
|