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Isabel acaba de recuperar su libertad, y sólo tiene un cosa clara: no piensa volver a perderla. Por ello no quiere volver a relacionarse con nada que tenga que ver con su pasado reciente. La aparición en su vida de Rufo, un viejo amigo heroinómano enfermo de sida, supone una contradicción, ya que éste le proporciona la compañía, el afecto y la experiencia de saber sobrevivir, a la vez que siente que es el compañero de viaje que menos le conviene. La casa sin paredes no es tan diferente a las de las personas corrientes..
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